martes, 31 de enero de 2012

Una escena más

¿De qué nos vamos a disfrazar esta vez? Nunca se sabe cuándo termina la obra. Si es que termina, porque hay historias que jamás llegan a un final. Siempre hay una escena más. Quizás porque el público así lo quiere. Tal vez porque así lo necesitamos los actores. Lo cierto es que acá estamos, frente a todos y ninguno. Al fin de cuentas sólo importa lo que pasa en el escenario, lo demás no importa, no existe. Este es nuestro mundo, el único.
Del amor al odio, de la risa al llanto. Todo es parte de lo mismo. Expertos en el arte de cautivar, vendedores de ilusiones, encantadores de ángeles. Cualquier maña es válida para esquivar la verdad. ¿Existe tal cosa? Mucho de lo que aquí ocurre puede no ser verdadero pero no es menos real que aquello que así se proclama. Sólo importa todo aquello que mueve montañas.
Y allá vamos, de vuelta al ruedo, el único lugar en el que queremos estar. Allá afuera las cosas son distintas, ellos no lo entienden. Tal vez nosotros no entendamos lo que pasa de aquel lado. No importa, vamos a hacer una escena más. Siempre. No sabemos hacer otra cosa, no podemos, no queremos. Algunos se quedan a ver qué pasa, otros amagan a irse y varios se cansaron hace rato.
Las escenas son siempre únicas e irrepetibles, pero el argumento es el mismo. Él contra ella, ella contra él. Ellos contra ellos mismos. La lucha es constante, agotadora pero imprescindible. Así son los papeles y los interpretamos a la perfección. Pero este puede ser el último capítulo. El final no está escrito, pero toda historia llega a su fin. Aunque si de reglas se trata, en este lugar no se cumplen, no las hay. La única ley es la necesidad. El deseo de estar ahí. Hablarse o contemplarse en silencio. Correr hacia el otro o alejarse con violencia.
Tal vez no hay un final porque no es posible dilucidar un principio. Quizás no quieren descubrir el comienzo para no encontrar el final. Nada de eso importa, ella está ahí, esperándome. Es hermosa. Me gustaría ver al mundo detenerse a contemplar su sonrisa. Yo también la estoy esperando. A lo mejor de eso se trata, esperarnos. Ansiamos la espera porque es lo único que nos queda. Esperar para volver a estar en el único lugar que podemos.
Se terminó el tiempo, hay que salir al escenario. Ella está del otro lado, impaciente. Me atraviesa con la mirada. Me está gritando con los ojos. Sabe que es la última escena. Hay restos de dolor, bronca y tristeza en sus pupilas. Pero igual me sonríe, jamás mostrará signos de debilidad. Yo le devuelvo la sonrisa, pero no para esconder nada, sino porque creo que esta escena no es la escena final, es la mejor.

Termina el acto, algunos se van, otros se quedan, varios no saben qué hacer. Arriba, ellos se miran y sonríen, saben que lo lograron. Desde lejos, casi como un susurro, se escucha algo. No se sabe de dónde viene, menos si es real. Pero es cada vez más fuerte. Ya no hay dudas, el grito es claro. No importa si es lo que pide el público o lo que ellos quieren escuchar. Van a hacer una escena más.